¡Judaismo! - Vaygash
Vaygash
Resumen de la Parashá
Con el descubrimiento de la copa en el saco de Binyamin, los hermanos quedan muy confusos. Solo Yehuda le pide a Yosef con todo su valor y elocuencia que deje a Binyamin en libertad, ofreciéndose a sí mismo en su lugar. Frente a tal ejemplo de sacrificio propio para el bien de otro, Yosef ve que sus hermanos no están actuando de la misma manera que cuando le tiraron al pozo, sino que ahora son diferentes. Yosef se descubre y les dice que es su hermano.Los hermanos se avergüenzan frente a Yosef, pero él les dice que no se preocupen que todo ha sido planeado por D-os. Yosef les manda de vuelta a casa de su padre, con instrucciones de que lo traigan, y se muden a la tierra de Goshen. Al oír las noticias Yaakov no puede creerlas, pero hay pruebas de que efectivamente es verdad que su hijo Yosef existe, y su espíritu se reconforta.
Yaakov y toda su familia se mudan a Goshen. Hashem se comunica con Yaakov a través de una visión nocturna, le dice que no tema las consecuencias de vivir en Egipto ni su influencia espiritual negativa, porque va a ser allí donde D-os le va a convertir en una gran Nación, a pesar de estar viviendo en medio de un pueblo corrupto e inmoral. La Torah nos da una lista de los descendientes de Yaakov y nos insinua el nacimiento de Yojeved, que será la madre de Moshé Rabeinu. 70 almas en total descienden a Egipto cuando Yosef se reúne con su padre después de 22 años de separación. Padre e hijo se abrazan y Yosef llora de felicidad.
Yosef establece a su padre y familia en Goshen.Yosef presenta a su padre y a cinco de sus hermanos a Paró, y Yaakov le bendice.
Yosef decreta que a cambio de grano el pueblo egipcio debe dar todas sus posesiones a Paró, incluyéndose a ellos mismos, como esclavos. Yosef redistribuye la población, con excepción de los sacerdotes Egipcios a los que Paró mantiene. Los descendientes de Yaakov-Yisrael se multiplican enormemente.
Comentario a la Parashá
"Y él (Yosef) cayó sobre el cuello de su hermano Binyamin, y lloró. Y Binyamin lloró sobre el cuello de Yosef" (45:14)
El "amor libre" era el slogan de los años sesenta. Pero más que "amor" era lujuria. Y "libre" quería decir que uno era libre de hacer "lo que quisiera" a toda costa. Lo cual significaba que el que pagaba era el otro. Esa "libertad" resulta demasiado cara. Sin embargo, el "amor libre" sí existe.
Cuando una persona ama a su prójimo no por un motivo en especial, sino simple y únicamente porque es una creación del Amo del Universo y un reflejo de Su Majestuosidad, ese Amor Libre es un amor que acerca la Redención Final. El Beit ha Mikdash (Templo Sagrado) fue destruido a causa del "odio libre", un odio gratuito, injustificado, sin razón. Y lo que ha de acercar su opuesto es precisamente lo opuesto: el amor libre, el amor que no depende de ninguna condición. "Y lloró": Yosef lloró por los dos Beit ha Mikdash que habrían de construirse en la parte de la tierra que le pertenecería a
Binyamin, y que serían destruidos. "Y Binyamin lloró": por el Mishkán (Tienda de la Reunión) que sería erigido en la parte de la tierra que le pertenecería a Yosef, y que con el tiempo también sería destruido.
¿Por qué lloraban por la pérdida del otro, y no por la propia?
Cuando los hermanos se volvieron a encontrar tras 22 años de separación, se dieron cuenta de que lo que los había separado era el "odio libre": el odio de los hermanos hacia su hermano Yosef. De inmediato percibieron la futura destrucción del Templo, que sería producto del odio libre. Y lloraron, porque así como el odio libre los había separado todos esos años, también habría de destruir el Templo en un futuro.
La cura para el odio libre es el amor libre: sentir el dolor del otro como si fuera el propio.
Por eso cada uno lloró por la destrucción del Beit ha Mikdash del otro. Yosef y Binyamin estaban marcando el camino para las generaciones que vendrían, enseñándonos el modo de curar el "odio libre".
Porque si bien el Beit ha Mikdash de Binyamin no sería construido hasta que fuera destruido el Mishkán de Yosef, su existencia dependía de la desaparición del otro, no obstante Biniamin lloró por la destrucción del Mishkán.
Binyamin hubiera preferido que el Beit ha Mikdash no se construyera, y que el Mishkán de Yosef hubiera permanecido por siempre. Tal es el poder del "amor libre".
"Y Yosef les dijo a sus hermanos 'Yo soy Yosef'" (45:3)
Al estudiar la historia y estudiar las guerras, las persecuciones y el holocausto, al leer acerca de los desastres naturales en los diarios, al ver fotos de continentes enteros acosados por el hambre y la enfermedad... la gente se pregunta: ¿Dónde está D-os?
Desde el momento en que los hermanos llegaron a Egipto a comprar comida se toparon con un desastre tras otro. Los hermanos se preguntaron: ¿Por qué Hashem nos hace esto?"
Con tres palabritas, "Yo soy Yosef", las preguntas de los hermanos hallaron respuesta. En un instante, el objetivo de todo el sufrimiento de los últimos 22 años se hizo evidente.
Y en el futuro, cuando el mundo oiga las tres palabras "Yo soy Hashem", todos los dilemas de la historia habrán de resolverse en un instante.
"Y Yehuda se acercó (a Yosef) y dijo: 'Por favor, mi amo, permite que tu sirviente hable a los oídos de mi amo'" (44:18)
En la Rusia zarista se promulgaron incontables decretos de persecución contra el pueblo judío.
Una vez el Jafetz Jaim fue a implorar que anularan un decreto ante un alto funcionario gubernamental. Como el Jafetz Jaim no hablaba ruso, y el funcionario no hablaba Idish, había presente un intérprete.
El Jafetz Jaim habló con el sentimiento y la sinceridad que sólo pueden surgir de un corazón puro como el suyo, y, cuando terminó, el silencio colmó la sala.
El intérprete empezó a traducir... "Su excelencia, el judío afirma...". El funcionario ruso alzó la mano y dijo: "No hace falta que me traduzca... entendí perfectamente".
Como resultado de aquel encuentro, el decreto fue anulado.
Hasta que no reveló su verdadera identidad, Yosef les habló a los hermanos a través de un intérprete, y por eso Yehuda creyó que Yosef no entendía hebreo.
No obstante, Yehuda se acercó a Yosef para hablarle "en los oídos". El sabía que el contenido de sus palabras no sería entendido, pero quería comunicarle al Yosef la profundidad de sus sentimientos, porque "las palabras que salen del corazón llegan al corazón".
"(Yosef) cayó sobre el cuello (de su padre), y lloró excesivamente" (45:29)
Yosef volcó su corazón en un mar de lágrimas al ver a su padre tras tantos años de separación. Pero la reacción de Yaakov no está mencionada.
Lo que ocurre es que en ese momento, Yaakov estaba recitando el Shema.
¿Por qué Yaakov eligió este momento precisamente para decir el Shema?
El tzadik aprovecha cada oportunidad que se le presenta para servir a Hashem. Ante la indescriptible alegría que sintió Yaakov tras reencontrarse con su querido hijo, lo primero que quiso fue canalizar sus emociones en una sublime expresión de amor hacia su Creador.
Por eso recitó el Shema, la sublime aceptación de la soberanía de D-os: "Y amarás a Hashem, tu D-os, con todo tu corazón..."
Haftará
Yejezkel 37:15 - 28
Una de las maneras en que la profecía se vuelve irreversible es si se la refuerza con un acto simbólico.
En la Haftará de esta semana, el profeta Yejezkel nos predice que, en la época de la última redención, las dos mitades del pueblo judío, simbolizadas en Yehuda y Yosef, se unirán igual que dos bloques de madera. Hashem le dice a Yejezkel: "Unelos para que parezcan uno. Serán uno en tus manos" (37:17).
Si bien no hay nada que esté más separado que dos bloques de madera, con el tiempo esos dos bloques terminarán uniéndose. Y aunque Hashem es el único que puede realizar el milagro de unir a los dos bloques, nosotros, para poder ser merecedores de que Hashem acerque la redención, debemos "parecer uno": uniéndonos y librándonos de la malicia y el odio gratuito.
Porque a pesar de que la redención es irreversible e inevitable, está es nuestras manos posponerla o hacer que suceda hoy mismo.
"Diles: 'Así dice mi Señor Hashem Elokim: He aquí que tomo la tabla de madera de Iosef que está en la mano de Efraim, y de las tribus de Israel, sus compañeros, y las colocaré junto con la tabla de madera de Yehuda, y haré que sean una sola tabla de madera, y se transformarán en un sola en Mi mano" (37:19-20)
A través de los siglos del exilio, el ojo del profeta ve al pueblo judío aún fraccionado en los dos reinos antagónicos de Yehuda y Efraim.
La estampa de Efraim/Israel es el nihilismo religioso: el aborrecimiento fanático de todos los puntos de vista específicamente judíos, y la tolerancia indiscriminada de cualquier otro punto de vista.
Por su parte, Yehuda/Israel no puede salvarse del reproche de que elige qué mitzvot quiere cumplir y qué mitzvot cumple en forma más o menos mecánica.
Cuando esas dos mitades fracturadas del pueblo judío se junten nuevamente, no se tratará de un triste compromiso de "asesinar a la Torá", donde, por un lado, Efraim/Israel hace concesiones superficiales hacia la derecha, produciendo un banquete de trefot "estilo kasher", mientras que Yehuda/Israel, los "fanáticos ultraortodoxos" (tal como los perciben desde Efraim/Israel) "moderan" sus demandas para entrar en el "mundo moderno".
No. Lo que Hashem promete es que ambos se refinarán y purificarán, y esas "dos tablas de madera" se volverán "una en Mi mano".
Comentarios sobre las Canciones que cantamos en la mesa de Shabat a través de las generaciones.
Hamavdil
"El que divide..."
Aye na eloka osí, hanoten zemirot balaila
"¿Dónde, por favor, está el D-os que me creó, El que pone canciones en la noche?
"
Hay veces que nos pasan cosas que nos parecen desgracias, debido a nuestra visión restringida de la realidad. Pero al final resultan haber sido para nuestro beneficio, y causa de canción y regocijo.
En este zemer que entonamos mientras la luz sagrada del Shabat se aleja dejando paso a la relativa oscuridad de los días de la semana, reflexionamos acerca de este aspecto de la compasión que nos tiene Hashem. Inclusive en las más oscuras circunstancias, cuando parece que nuestro destino es más negro que la noche, debemos acordarnos de cantar con la confianza de quien sabe que todo lo que pasa es para bien. Hashem, Quien me creó, hace que haya canciones hasta en lo más oscuro de la existencia humana.
Escrito y Recopilado por: Rabino Yaakov Asher Sinclair
Editor y Responsable: Rabino Moshe Newman
Diseño de Producción: Lev Seltzer
Diseño de HTML: Eli Ballon
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